viernes, 10 de octubre de 2008

PERU: "MONASTERIO DE SANTA CATALINA" EN AREQUIPA



























Santa Catalina, se ubicó en Arequipa, ciudad fundada en 1540 en un paraje especialmente elegido por su belleza natural, su clima acogedor y que disponía de un material de construcción único: el sillar, piedra porosa de lava volcánica que ha permitido levantar una hermosa ciudad, donde ha sido posible edificar formas arquitectónicas propias, con espacios y proporciones de gran valor estético y esculpir fachadas imponentes y finos detalles decorativos, que han hecho de Arequipa un centro colonial de marcada identidad dentro de los principales centros urbanos del continente.
Su estilo arquitectónico es fundamentalmente colonial, pero de naturaleza mestiza. A diferencia de otros restos virreynales de esta parte de América Latina, en Arequipa y especialmente en Santa Catalina, se observa la fusión de elementos españoles y nativos, a tal punto que generan una creación propia.
El Monasterio de Santa Catalina es uno de los atractivos turísticos más importantes de Arequipa y es considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad. Su construcción se remonta al siglo XVI y se ubica a pocas cuadras de la Plaza Mayor de la Ciudad del Misti. Ahí vivió la afamada religiosa Sor Ana de los Ángeles, beatificada por el Papa Juan Pablo II.
Los continuos terremotos que afectaron a Arequipa desde 1582, destruyeron las primitivas construcciones y también las propiedades de los familiares de las monjas catalinas, sobre las que se había impuesto los censos que garantizaban la economía futura del monasterio y su supervivencia.
Esta fue la causa y origen de la ciudadela existente en el Monasterio de Santa Catalina de Siena de Arequipa. Los familiares de las religiosas optaron por hacer construir celdas privadas para éstas, toda vez que el dormitorio común estaba dañado o era muy pequeño para el número cada día creciente de religiosas.
Durante casi dos siglos, en la época virreynal, los claustros y celdas del monasterio de Santa Catalina, han sufrido modificaciones, agregados y nuevas construcciones, que lo han convertido en un verdadero muestrario de la arquitectura colonial de Arequipa.

PERU: "VALLE DE LOS VOLCANES" EN AREQUIPA





Es un espectáculo propio de las épocas prehistóricas, cuando el planeta estaba todavía en plena formación. Como si fuera un paisaje lunar, está situado al Este y perpendicular al Colca. El río Andagua recorre por el Valle de los Volcanes, de norte a sur, al este del macizo volcánico del Coropuna, a lo largo de más de 80 km. Este valle es, a su vez, una profunda falla abierta que se extiende al sector de Huambo y que el Colca cortó después, casi perpendicularmente. El fondo de esta falla abierta, que ahora aparece como un valle, está rellenado por abundantes coladas de lava basáltica, desparramada en varias etapas.
El río curiosamente corre subterráneamente por 17 km cubierto por lava, desde la laguna de Chachas hasta la de Mamacocha, y llega al río Colca como un importante afluente (río Mamacocha).
Estas corridas de lava se originaron de múltiples erupciones de pequeños volcanes (80, según Hoempler) que surgieron como ampollas emergidas por la desgasificación de las mismas lavas o como producto de otras erupciones directas desde los hogares magmáticos.
El más alto de los volcanes de Andagua es el Pucamauras, de 350 m sobre el nivel del valle. Existen otros de 50 a 70 m y más pequeños, de 15 a 20 m, como el Chilcayoc.
En la historia geológica de la formación volcánica del Sur del Perú, estos volcancitos de Andagua representan uno de sus últimos acontecimientos de hace unos doscientos mil años, durante el cuaternario, hasta algunos en época histórica.
Este valle debe considerarse como una gran falla geológica, la continuidad del Valle de los Volcanes ha sido interrumpida bruscamente por la falla tectónica, en la que se ha instalado el río Colca en su carrera descendente, de modo que el piso del lado de Andagua está entre 500 y 800 m más bajo que el piso del lado de Huambo. Es evidente que este salto se debe al fallamiento en este sector y en una fase posterior, al fallamiento del Valle de los Volcanes.
Datos geográficos como éstos son los que ponen en evidencia la existencia de roturas de gran magnitud de la corteza terrestre, aun para personas no ilustradas en temas geológicos. La observaciónse puede hacer desde el pueblo de Ayo (1.956 m; lecho del río a 1.405 m), situado al final del Valle de los Volcanes y casi sobre el río Colca.
Lógicamente el plano en falla se ha visto erosionado en gran medida y ahora aparece algo inclinado y casi redondeado. El desnivel entre las dos bandas del río es evidente, pero no resulta fácil establecer el sentido del movimiento que produjo la falla. La flora es extraña, ya que prospera en los pequeños lugares libres de lava sobre ceniza volcánica. La vegetación dominante son los cactus, especialmente los gigantes prismáticos y algunas plantas aisladas de Chachacoma, Puma Rosa, que son medicinales y muy utilizadas por los habitantes del lugar.
Existen pequeñas áreas agrícolas entre los volcancitos, donde se siembra papa, maíz, trigo, exclusivamente para la autosubsistencia.
El pueblo de Andagua, a 3.600 m sobre el nivel del mar, fue importante durante la Colonia. Actualmente todavía funciona la mina de Orcopampa, a 40 km de Andagua.
La fauna es la característica de la puna a los 3.800 m.

jueves, 9 de octubre de 2008

PERU: EL CAÑON DEL COLCA EN AREQUIPA











Es el nuevo "plus" de la región de Arequipa. El cañón se extiende en un centenar de kilómetros. Los peruanos pretenden que es más profundo que el de Colorado y le dan una altura de 3,000 m. Obviamente, para llegar ahí, calculan la altura de la cima de la montaña más elevada al frente (que culmina efectivamente a 3,000 m), mientras que el otro lado del cañón es mucho más bajo.
Sin embargo, el cañón de Colca tiene su propia personalidad, un punto de vista y un ambiente muy diferentes. Lo que fascina en particular, y que lo hace un lugar único, son los miles de hectáreas de terrazas (andenes) armoniosamente dibujadas y esculpidas en la montaña, en los sitios más salvajes y más escarpados. ¡Es estupendo encontrarse así frente a realizaciones humanas tan gigantescas, obras de los indios Culluhuas, una civilización 1,000 años más antigua que la de los Incas!



Los tres momentos fuertes del viaje son esencialmente la travesía por un centenar de kilómetros en una pampa desértica, donde se encuentran manadas de llamas y alpacas, en unos paisajes de tanta austeridad que los hace hermosos. Con un poco de suerte, existe la posibilidad de ver también algunas vicuñas. El paso de la colina Patapampa a 4,800 m (¡el Mont Blanc sin esfuerzo, de cierta manera!). Después, los profundos y salvajes valles donde empieza el cañón, cubiertas con magníficos andenes (probablemente los más importantes del Perú). También las impresionantes quebradas (1,200 m de profundidad), antes de llegar al mirador de la cruz del Cóndor (a 197 km de Arequipa), llamado así porque es muy frecuentado por estas imponentes aves de los Andes que son los cóndores, que a veces van por docenas.

lunes, 6 de octubre de 2008

Machu Picchu


















Después de casi un siglo de su descubrimiento arqueológico, gracias a estudios recientes de los archivos documentales del siglo XVI, existen buenos argumentos para suponer que la ciudadela de Machu Picchu fue -como las pirámides de los faraones de Egipto o la tumba del emperador Chin Shi Huan de China- el lujoso y bien cuidado mausoleo del inca Pachakutec, el fundador y primer emperador del Tawantinsuyo.
Nadie duda de que se trataba de un santuario de rango superior levantado en un lugar privilegiado a siete u ocho jornadas a pie de la ciudad del Cusco. En Machu Picchu quedan los restos de edificios que estuvieron cubiertos de oro, presumiblemente con jardines de fantasía, ídolos y ofrendas, como los del templo del Qorikancha en el Cusco.
Quedan también otros templos y palacios, todos adyacentes y cuidadosamente construidos, cruzados por una red de finas fuentes de agua labradas en la roca, altares, observatorios cósmicos y múltiples espacios para el culto a los muertos, desde los que se puede gozar durante muchos días del año del espectáculo de los arcos iris que nacen y mueren muy cerca de los ojos. Se sitúa a 2 360 msnm y a unos 112 km por ferrocarril al norte de la ciudad del Cusco; es decir, a aproximadamente 1 000 m más abajo que esta, que está a 3 408 msnm. El sitio era conocido como Picchu, Piccho, o Picho, durante la época colonial y constaba de dos partes: Machu ("viejo") y Wayna ("joven"). Picchu quiere decir "cerro" y, por lo tanto, el nombre es simplemente descriptivo. Bien pudo ser Patallaqta ("pueblo en lo alto"), que era el "pueblo" o la "casa" donde se guardaba la momia de Pachakutec. En la ciudadela de Machu Picchu vivían pocas personas -probablemente no más de 200 o 300-, y, si la sospecha es cierta, todas ellas eran de alto rango y estaban ligadas al linaje del Inca; es decir, eran descendientes del fundador del Tawantinsuyu. Según las tradiciones recogidas por los españoles, Machu Picchu debió de ser levantado bajo la dirección de Pachakuteq. No se conoce la secuencia del proceso de su construcción, pero parece haber sido la obra de un solo proyecto equivalente al de un santuario o una "urbanización" donde los espacios, niveles y formas fueron previamente establecidos, aun cuando en el curso de su existencia se hubieran corregido entradas o agregado recintos.


Machu Picchu es un asentamiento que fue construido por los incas en el siglo XV. Inca, o inka, es el nombre que se les daba a los habitantes de la cuenca del río Huatanay, en cuya ribera se levanta la ciudad del Cusco. Los incas, antes de esos tiempos, habían logrado formar un reino que dominaba la parte media del río Vilcanota.



La historia tradicional
La leyenda cuenta que ese reino había sido fundado, en tiempos inmemoriales, por un héroe llamado Manco Khapaq y por su esposa Mama Oqllu, cuyos orígenes se confunden con los de los apus y los dioses tutelares de su mitología, y están llenos de eventos mágicos y sagrados que hablan de la instauración de las faenas agrícolas, las artesanías, la fundación de ciudades y el establecimiento del orden. A Manco Khapaq le sucedieron varios gobernantes sinchis ("señores") ligados a guerras tradicionales con sus vecinos y a un progresivo crecimiento de sus poderes y de su capacidad de conquista. Finalmente, cuando gobernaba el inca Wiraqocha, sus vecinos occidentales, los chancas, intensificaron sus actos guerreros y sitiaron el Cusco, hasta que fueron liberados por un nuevo héroe llamado desde entonces Pachakutec Inca Yupanki ("el inca que domina todo
y que devuelve la tierra"). Así se inició la formación del imperio de los incas y pronto sus gobernantes Yupanqui dejaron el ámbito local de sus dominios para ocuparse del manejo político y económico de un territorio que agrandaron en base a conquistas y alianzas. Sus vecinos tampus y los habitantes de Vilcabamba fueron algunos de los inicialmente conquistados. Es en esas circunstancias que se construyó MachuPichu.



La historia según la arqueología
La arqueología registra dos fases en el comportamiento de los cusqueños, que han sido denominadas Inca Provincial, o Killke, e Inca Imperial. En la primera fase, la Provincial, la arquitectura y las demás artes no se habían desarrollado más allá de los límites domésticos que sustentaban una forma de vida local y básicamente aldeana. La manufactura era de configuración simple y de aspecto tosco, sin gran diferencia entre una vajilla ordinaria y una elegante. Esto cambió radicalmente en la fase Imperial, en la que fue ostensible la existencia de una manufactura de élite y de otra popular. Asimismo, los asentamientos de la fase Provincial, de aspecto aldeano indiferenciado, fueron desplazados por centros urbanos claramente elitistas, con edificios públicos y espacios sagrados lujosos, caminos empedrados, estaciones de servicio en las rutas entre los pueblos, depósitos y
graneros para almacenar los bienes excedentes o los recibidos como tributos, etcétera. Machu Picchu pertenece, obviamente, a la fase Imperial. El contexto en el cual fue instalada la ciudadela está directamente asociado a las condiciones de suntuosidad que nacieron con la formación del imperio de los incas. Si es que, en efecto, esta fue el mausoleo que escogió Pachakutec para mantener su cuerpo para la eternidad, se trata de una obra ciertamente equivalente a la que levantaron otras civilizaciones del mundo para sus héroes sagrados. Si no fue así, debió de ser una obra diseñada por un artista refinado para cumplir con una función diferente a la de cualquier otro asentamiento conocido en sus tiempos. Los incas construyeron varias ciudades en el Tawantinsuyu, todas ellas de arquitectura exquisita, pero ninguna con el deleite estético que tienen cada uno de los recintos y espacios de este santuario.

La historia de Pachakutec
De acuerdo con lo que sabemos de su historia, Pachakuteq fue el inca que, después de derrotar a los chancas hacia 1420-1430, inició la expansión de los sinchi del Cusco -su dominio antes sólo comprendía la región del río Vilcanota- para dar inicio al Tawantinsuyu. Pachakuteq fue, pues, el fundador del imperio de los incas. Los chancas, quienes vivían al noroeste del Cusco, eran vecinos y enemigos tradicionales de los incas. Como parte de sus prácticas ancestrales, durante el mandato del inca Viracocha habían sitiado a los cusqueños. Los cantares incaicos hablan de míticos encuentros entre los guerreros de ambas naciones en los que las piedras se transformaban en hombres y los dioses apoyaban a los heroicos defensores del Cusco. Finalmente, Cusi Yupanqui, uno de los líderes
cusqueños e hijo de Viracocha, asumió el comando de la guerra y venció a los chancas, momento en el que fue entronizado como Inca Yupanqui y bautizado como Pachakutec ("el que devuelve la tierra"). Desde entonces inició la expansión del Cusco y fundó el Tawantinsuyu, que incluía extensos territorios que abarcaban desde los de los yungas del Chimor, o Chimú, hasta los de los señoríos que existían alrededor del lago Titicaca. María Rostworowski sospecha que Pachakuteq nació en Cusicancha, Cusco, de donde vendría su nombre originario de Cusi Yupanqui. Perteneció en su infancia a la Iñaca Panaca, pero luego fundó el Hatun Ayllu, al que se adscribieron sus descendientes. Según Juan de Betanzos, que escribió su crónica antes de 1550 y que quizá vio la momia del Inca, "sólo su cuerpo está el día de hoy en Patallacta el cual por sus miembros parece que era en su vida hombre de buen altor y gran estatura del cual se dice que murió de edad de ciento y veinte años". José de Acosta, que sí vio la momia, dice que "tenía en la cabeza una pedrada que le dieron en cierta guerra y que estaba canoso y no le faltaba cabello". Luego de coronarse como Sapan Inca, Pachakuteq conquistó la región de los tampu, donde se encuentra el parque de Machu Picchu, y allí mandó construir este santuario.


Cronología
Se asume, en base a cálculos en los que no todos los estudiosos confían, que Pachakuteq se hizo del poder alrededor de 1430. La totalidad de los documentos que hablan sobre este inca le atribuyen la construcción del Cusco imperial, así como de la mayor parte de los grandes edificios de la región de los tampu, donde se encuentra Machu Picchu. Por esta razón, todos están de acuerdo en considerar que el santuario fue construido por él. Si esto es cierto, fue levantado en el siglo XV, no más de 100 años antes de la llegada de los españoles. Los estudios arqueológicos confirman estas presunciones y en ellos se incluyen fechados obtenidos mediante carbono 14 que coinciden en ubicar al santuario de Machu Picchu en el siglo XV.
El entorno natural es boscoso, tropical y lluvioso. Se encuentra en medio de montañas de fuerte pendiente y está flanqueado por el profundo cañón que forma el río Urubamba a su paso por esta parte de la cuenca del Vilcanota. El Urubamba es el mismo río que da origen al Valle Sagrado de los Incas, transformado hábilmente con sistemas de riego, la canalización de su cauce y la habilitación de terrazas para fines agrícolas y habitacionales. En esta parte, sin embargo, se forma un cañón de tal profundidad y de laderas tan abruptas que sólo permitió la construcción de terrazas agrícolas. En medio de este paisaje se construyó la ciudadela de Machu Picchu.


El cerro Machu Picchu se levanta sobre la cadena de Vilcabamba, donde se sitúa, entre otros, el nevado Salkantay, a 6 271 msnm, considerado como apu o montaña sagrada de los incas, y quizá la más importante. El sitio mismo está situado a 2 360 msnm y a 13°1' de latitud sur, mientras que el cerro aledaño, el Wayna Picchu, está a 2 560 msnm y a 13o7' de latitud sur. El río Urubamba, en el punto que da inicio al ascenso hacia el santuario, donde se ubica la estación de ferrocarril, está a 2 000 msnm. El paisaje está configuradopor una serie de cerros y montañas de gran pendiente, con laderas casi verticales y quebradas profundas y estrechas por donde corren ríos sonoros y de aguas turbulentas. Tiene un clima constante, templado, que oscila entre los
10oC y los 21oC, con las temperaturas más bajas en las mañanas y las más altas al mediodía, y sin grandes cambios en el curso del año. Se trata de un ambiente húmedo, característico de esta sección oriental de los Andes.



Flora y fauna
Debido a su belleza natural y a la original y armónica intervención de los incas en el paisaje, pero también al hecho de que se encuentra en un área que aún es posible de ser preservada, el sitio y su entorno han sido declarados como un parque natural y cultural que ha sido incorporado a las zonas protegidas del mundo y que la Unesco ha registrado como Patrimonio de la Humanidad. El santuario de Machu Picchu está en medio del bosque y tiene pocos espacios planos, de modo que para cultivar hubo que deforestar y construir terrazas. Según estudios recientes, aparte de maíz, también se sembraba coca en los andenes que rodean a la ciudadela. Del mismo modo, pudo cultivarse frutales y tubérculos de los tipos que todavía hoy se siembran en la zona, incluyendo la yuca y el camote.
El parque de Machu Picchu está conformado por diversas especies de árboles, helechos, yerbas, musgos y plantas de matorral. Junto con el pisonay y el aliso, este último un frondoso árbol muy popular en toda la sierra peruana, también podemos encontrar varias especies de coníferas y de árboles de hojas anchas que pueden alcanzar varios metros de altura. Las orquídeas ocupan un lugar muy especial, dado que hay, a lo largo y ancho del parque, más de 50 variedades de esta flor. Este medio ambiente, boscoso, húmedo y caluroso, constantemente cubierto por niebla y lluvia, no era lugar propicio para la vida de los domesticados camélidos andinos, pertenecientes a climas secos y más bien fríos. Sin embargo, debido a que estos animales estaban consistentemente ligados a los incas, su presencia allí es incuestionable dado que debían cubrir el transporte frecuente de bienes entre el Cusco y Machu Picchu. Sus huesos se han encontrado en las tumbas exhumadas en el lugar y existen evidencias que permiten presumir que, además, eran parte de la alimentación de la población. Junto a estos huesos se han encontrado asimismo los de otros dos animales domésticos andinos, tales como el cuy, cavia o conejillo de Indias, y el perro, obviamente introducidos por el ser humano. El perro hallado en el parque, el Canis inga pecuarius, era una de las razas andinas que se parecían al collie y que quizá estaba ligada al pastoreo de los camélidos.



Todo indica que la ciudadela de Machu Picchu fue rápidamente deshabitada luego de 1540, cuando los españoles, en campaña contra los incas rebeldes de Vilcabamba, comenzaron su penetración en tierras cusqueñas. Vilcabamba está en la zona y es por ello que Hiram Bingham y sus contemporáneos del Cusco pensaron que se trataba de la "ciudad perdida" que sirvió de refugio a los célebres guerreros que mantuvieron la resistencia incaica hasta 1572, cuando el último de ellos, el inca Tupac Amaru, fue apresado y decapitado. Picchu fue encomendado inicialmente a Hernando Pizarro y después a un tal Arias Maldonado, también en el siglo XVI. En 1565, cuando aún estaba vivo en Vilcabamba el inca Sayri Tupaq, muchos pueblos de la zona ya estaban deshabitados,
según consta en una relación que publicó el historiador Richard Pietschmann en 1910 y que cuenta que Diego Rodríguez de Figueroa durmió en un despoblado situado sobre el camino que conducía a Picchu, este último probablemente también deshabitado. En esos tiempos la momia del Inca ya había sido secuestrada por los españoles para ser llevada a Lima. Unos años más tarde, en 1568, los caciques de Picchu declararon que los pueblos y las tierras que allí se cultivaban eran "para sus sacrificios y cerimonias de los cuerpos muertos" y que habían sido abandonados desde hacía más de 30 años atrás.



La ocupación colonial
En Machu Picchu no se han encontrado huellas claras de una ocupación española, salvo uno o dos hallazgos casuales y poco firmes, aunque no sería de extrañar que se hallasen objetos de las épocas colonial o republicana, pues el sitio estuvo siempre ligado a las propiedades que se atribuyeron los españoles luego de la invasión de 1534. La ciudadela, entonces, fue abandonada en esos tiempos y no antes, quizá entre 1534 y 1570, época de la resistencia incaica. Además, la zona de Vilcabamba, en cuyas proximidades está Machu Picchu, era punto de atracción para los españoles porque allí se refugiaban los incas rebeldes. Nadie sabe qué pasó, aunque tal vez algún día encontremos el relato de cómo el santuario fue quemado y destruido como parte del movimiento fundamentalista de la extirpación de idolatrías que se desató en esos tiempos y que, según Raúl Porras
Barrenechea, "parece haber surgido propiciado por los sacerdotes del reducto de Vilcabamba y haberse propagado secretamente por todo el Perú durante el período del gobernador Lope García de Castro, hacia 1565". Si así fue, Machu Picchu, como lugar notable cercano a la zona de Vilcabamba, era el punto más adecuado para desatar las furias evangelizadoras de los fanáticos frailes soldados que en aquellos tiempos apoyaban la guerra contra los incas alzados contra los invasores. La guerra contra los incas de Vilcabamba la terminó el virrey Francisco de Toledo en 1572. Y tan notable era el lugar que Hiram Bingham y sus contemporáneos del Cusco pensaron que Machu Picchu era la "ciudad perdida" donde se instaló el poder durante los casi 40 años que duró la guerra. Las evidencias de incendios severos aparecen recurrentemente en la mayor parte de los recintos excavados en Machu Picchu por los arqueólogos de nuestros días. El someter al fuego a los infieles y a su parafernalia fue una de las más notorias prácticas de los frailes extirpadores de idolatrías. Algunos de esos restos podrían pertenecer a los provocados por la quema de plantas que halló Bingham en sus exploraciones de entre 1911 y 1915. Él mismo se encarga de decir que en varias partes había encontrado huellas de viejos incendios.



Los testimonios escritos
Machu Picchu era un centro urbano incaico y, consecuentemente, estaba habitado y activo a la irrupción de los españoles. No cabe duda razonable de que así fue. Su edificación no fue anterior a la instalación del incario; es decir, no tenía más de 100 años cuando la conquista española del Cusco, aun cuando en el santuario hubiera viviendas o instalaciones de tiempos más antiguos. Sin embargo, pese a haber sido un sitio muy importante, no se le menciona, ni tampoco se da cuenta de otros lugares, como Choqekirau, al otro lado del Salqantay, Tipón u otros tantos que hay en los alrededores. Sin embargo, en los escritos que se conocen del siglo XVI, algunos de los cuales han sido recientemente encontrados, y también en las crónicas -si la lectura de ellas la hacemos en conexión con los conocimientos actuales- hay referencias a la zona y presumiblemente al sitio.
Existen varios documentos del siglo XVI que hablan de Piccho, o Picho, en la zona donde se encuentra el santuario. En realidad, como dice John H. Rowe, fue Melchor Arteaga, el guía de Hiram Bingham, quien bautizó el sitio como Machu Picchu solamente, sin hacer referencia a que, junto con Wayna, formaba Piccho. Gracias a esos escritos sabemos que estaba cerca de la ruta a Vilcabamba, que los españoles buscaron para allí combatir a los incas rebeldes entre 1540 y 1571.Gracias a los estudios de Luis Miguel Glave y de María Isabel Remy hemos podido conocer un documento de 1568 que habla del "pueblo de Picho" y que menciona los terrenos cultivados por los incas y a los caciques que allí vivían. Por lo tanto, en 1568 todavía existía el pueblo que con toda seguridad es Machu Picchu. Dice el documento que ese territorio fue conquistado por Pachakutec Inca Yupanqui, quien se adjudicó la mayor parte de las tierras desde Torontoy, río abajo -esto lo ratifican Juan de Betanzos y Pedro Sarmiento de Gamboa-, y que el cacique del pueblo cultivaba coca. Hay otro documento de la misma época que menciona que los habitantes de Picchu tributaban coca a los españoles y también que en tiempos de los incas "lo que allí se cogía antiguamente servía para hacer sacrificios y rito a los cuerpos muertos como hera costumbre en este reyno hacerse entre ellos". Esto concuerda con la hipótesis de que el santuario pudo estar destinado al culto a los "cuerpos muertos", una posible referencia a las momias.Cuando se cruza esta información con lo que dicen los cronistas sobre la historia de Pachakutec, cobra importancia la hipótesis de que el santuario de Machu Picchu fue el mausoleo donde se guardaba la momia del Inca.



El descubrimiento arqueológico
Melquiades Richarte y Anacleto Álvarez vivían en Machu Picchu, en medio del bosque y de las piedras. Sembraban en la tierra fértil y llana, y sólo de vez en cuando eran visitados por otros campesinos de las vecindades. En realidad, a menos que fueran a visitar a Richarte y a Álvarez, no tenía objeto dirigirse a este lugar perdido, de acceso duro y agreste. Si bien había allí buena tierra para sembrar, había que desmontarla de los árboles y de la tupida maleza que cubría la escasa superficie plana visible. Richarte y Álvarez habían construido sus casas cerca del manantial, de donde brotaba agua fresca que caía sobre el cerro. Sus mujeres y sus hijos ayudaban en las faenas agrícolas, en el desyerbe y en la limpieza de la acequia. En medio del monte había algunas casas arruinadas, muy
antiguas, que ambos campesinos habían tratado de ocupar porque estaban cerca de sus chacras más amplias. Pero eran muy grandes y sólo fueron usadas parcial y esporádicamente. Los niños eran quienes las frecuentaban más. Algunas veces estuvo a verles su vecino Melchor Arteaga, quien vivía en Mandorpampa, y también otros desde allá abajo. En realidad, cada visita era un verdadero acontecimiento para los dos matrimonios. No había propiamente un camino hacia Machu Picchu, pese a que en tiempos antiguos sí hubo uno -al pie del cerro Wayna Picchu- que se iniciaba muy cerca de Mandorpampa. Subir la empinada montaña, cubierta de maleza y alimañas, con el piso barroso y resbaladizo, entonces, sólo servía para visitar a las familias Richarte y Álvarez, pues Machu Picchu no estaba en ruta a ningún lugar. Cerca de Mandorpampa había un vado relativamente bajo y antes de iniciar el ascenso había que cruzar el río Urubamba, que rodeaba el cerro por tres lados. Finalmente, había mucha niebla allá arriba, casi todo el año. Un día, el 24 de julio de 1911, Richarte y Álvarez recibieron la visita de Melchor Arteaga, quien esa vez vino acompañado de un forastero que dijo llamarse Hiram Bingham y de un sargento Carrasco de la policía. Llegaron muy cansados y los campesinos les dieron de beber y les ofrecieron descanso en sus chozas. Pero el forastero no había ido a verlos a ellos; quería ver las casas antiguas que estaban bajo el monte, cerca de sus chacras. Arteaga le había dicho que allí había ruinas y se había ofrecido de guía. Richarte encargó a su hijo que le mostrara las casas y las cuevas donde él jugaba.



Investigaciones posteriores
Más adelante, en las décadas de 1930-1940, varios estudiosos visitaron Machu Picchu. En 1934, en el cuatricentenario de la llegada de los españoles al Cusco, el Estado peruano patrocinó algunos estudios y una campaña de limpieza de las ruinas, que estuvieron a cargo de arqueólogos cusqueños. Ese mismo año el ingeniero Jacobo Rauss excavó las cuevas de Wayna Picchu y encontró sepulturas. Después del terremoto de 1950 se organizaron en el Cusco varias campañas de intervención en distintos monumentos de la región. Entre 1955 y 1958 la Junta de Restauración y el Patronato Departamental de Arqueología del Cusco, bajo la dirección del arquitecto Guevara y del ingeniero Eulogio Cabada, hicieron excavaciones y restauraciones asistemáticas
en varios edificios y terrazas de Machu Picchu. Cabada excavó y reconstruyó el palacio de las tres puertas en 1956 por encargo de la CRIF.El doctor Manuel Chávez Ballón, con la ayuda de sus alumnos de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, y por encargo del Patronato Departamental, intervino en el sitio entre 1967 y 1969. En el segundo semestre de 1967 el arqueólogo cusqueño Alfredo Valencia se encargó de conducir la excavación del recinto sur del conjunto de la roca sagrada y en 1968-1969 del complejo del Cóndor. Chávez intervino esporádicamente hasta 1974. El arqueólogo hispano mexicano José Luis Lorenzo, por encargo del Plan Copesco (Comisión Especial para Coordinar y Supervigilar el Plan Turístico y Cultural Perú-Unesco), junto con los arqueólogos cusqueños Alfredo Valencia, Arminda Gibaja y José González, realizó en 1974 algunas excavaciones exploratorias muy exitosas. En distintos puntos el equipo obtuvo información valiosa sobre las funciones y los usos de varios de los recintos y espacios de Machu Picchu. También intervino en las casas de abajo, en el complejo del Cóndor, en el sector agrícola alto, en el foso seco de protección de la ciudadela, en la zona agrícola occidental, en el grupo de las cuatro casas, en una de las terrazas de la plaza mayor, en los edificios ligados a las canteras y en un recinto del templo. En 1975 el Proyecto PER-39 instaló una unidad especial ejecutora que inició trabajos de excavación y restauración en Machu Picchu.



El santuario de Machu Picchu está dividido en dos grandes sectores -uno el sector agrícola y el otro el urbano, o la ciudadela- de los cuales el primero rodea al segundo. Podríamos considerar el cerro Wayna Picchu como un tercer sector. El principal camino de acceso a Machu Picchu, que viene del Cusco por el sur (Qosqoñan), cruza la cresta del cerro y llega a la entrada del santuario después de pasar por áreas con construcciones aisladas -como la que ahora se denomina el mirador-, puestos para vigías o guardianes, qolqa o graneros y abundantes terrazas agrícolas. También había otros caminos, como el que hacía accesible el río desde el santuario por el noreste. Actualmente se ha habilitado, para la visita de los turistas, un camino que antes no existía y que corre paralelo al Qosqoñan.
El santuario propiamente dicho es una ciudadela conformada por palacios y templos, viviendas y depósitos, pero, sobre todo, por edificios que cumplían claramente funciones ceremoniales religiosas cuyos componentes más lujosos y espectaculares son los mausoleos labrados en la roca. Tanto los edificios como las plazas y las plataformas que constituyen el sector urbano están conectados entre sí mediante un sistema de estrechas callejas o senderos, mayormente en forma de escalinatas, que se cruzan con las terrazas que siguen un eje longitudinal plano. La plataforma principal del sector urbano es una amplia plaza -la plaza mayor- que a su vez divide los edificios en hanan ("arriba") y en urin ("abajo"). El sector urbano estaba rodeado de medios que impedían el acceso al santuario, como el muro de defensa y la profunda y ancha zanja, o foso seco, que rodeaban todo el conjunto, no como parte de una fortificación militar, sino como una forma de aislamiento ceremonial restringido.



La ciudadela de Machu Picchu está rodeada de terrazas agrícolas, algunas más vistosas que otras, de tal modo que la agresiva y desigual pendiente del cerro se transforma en una superficie escalonada que cubre los desniveles de las laderas con terrazas totalmente planas. Como estas siguen las curvas de nivel, sus contornos sirven, además, para redibujar con líneas firmes los perfiles del cerro. Así pues, el entorno natural, que está cubierto de una tupida capa arbórea y que es por sí mismo fascinante, se transforma en un espectáculo que combina armoniosamente la irregularidad de los desniveles y la libre distribución de los colores y las formas del bosque con la arquitectura de los volúmenes y los espacios creados por la voluntad humana.Sin duda, Pachakutec gozó del placer de la recreación de este
paisaje que guarda su memoria para toda la eternidad. Más que un simple espacio agrícola, la habilitación del sector agrícola fue una obra que sometió la función alimentaria a las demandas de los valores estéticos. Si a eso se combina que junto al maíz o a la coca -que con seguridad los incas sembraban en esos andenes- crecían también las orquídeas y otros colores y aromas, las terrazas agrícolas eran mucho más que sólo eso. De acuerdo con documentos del siglo XVI, estas tierras del Urubamba estaban bajo el cuidado de personas cuyo encargo era producir los bienes que sustentaran el culto al Inca muerto, las cuales en su mayor parte eran mamacunas; es decir, mujeres adscritas a funciones estatales de servicio.



Las andenerías
La sección de andenerías del sector agrícola más conocida y visitada en nuestros tiempos es la que se encuentra al sureste, donde, además, hay edificios cuya distribución y estructura indica que se trataba de colcas o almacenes y también de viviendas. Tal vez las ocupaban los camayuq, quienes eran los encargados de organizar el abastecimiento de alimentos del lugar. Esta sección, como muchas otras del sitio, está protegida por una muralla que, en este caso, impide al acceso desde el sur. Se accede a ella desde el camino que llega del Cusco, el mismo que está flanqueado por patapata, o andenerías, tanto por el oeste como por el este. Este camino, que viene del sur, usa la cresta del cerro para entrar a Machu Picchu, de modo que sirve de eje divisorio de los campos de cultivo. Hay algo más de 300 terrazas agrícolas escalonadas construidas en esta sección, las cuales habilitan alrededor de seis hectáreas de tierra.
Por su parte, hacia el norte, al este del sector urbano, existe un extenso tramo de andenerías que se mantienen cubiertas por el bosque pero que han sido examinadas por Alfredo Valencia y José González, quienes han identificado incluso la fuente de agua que las irrigaba. Del mismo modo, hacia el oeste, en la otra ladera del cerro, podemos encontrar gran número de terrazas agrícolas, varias de ellas asociadas a estructuras que bien pudieron cumplir el papel de colcas.
En hanan, que está al oeste, se sitúan los espacios sagrados más vistosos, como el mausoleo real, que contiene el torreón y la cripta; el palacio real; el templo mayor, y una plataforma piramidal que alberga una escultura conocida como intiwatana ("reloj solar"). Cerca del ingreso al santuario, en el extremo suroeste, hay otro grupo de edificios y, además, un espacio rocoso que en sus tiempos sirvió de cantera.



El sector urbano de Machu Picchu está dividido en dos grandes secciones: la alta, o hanan, al oeste, que contiene el mausoleo real, el palacio real, el templo mayor y el intiwatana, entre otros, y la baja, o urin, al este, que contiene la roca sagrada y su adyacente jardín de piedras, el palacio de las tres portadas, el mausoleo del este, el aqllawasi, la cripta del Cóndor, collcas y dos grupos de edificios que parecen haber tenido un carácter doméstico. Ambas secciones están asentadas en terrenos altos que sobresalen de una sección central, la misma que cumple la función de una gran plaza formada por varias terrazas distanciadas entre sí. Este es en realidad el único espacio plano más o menos extenso que hay en Machu Picchu. La terraza que corresponde a la plaza mayor propiamente
dicha está ubicada entre la colina del intiwatana en el oeste, el conjunto de la roca sagrada con su jardín de piedras en el norte, y las casas del norte y el palacio de las tres portadas en el este. Abajo y al frente del conjunto de la roca sagrada una extensión de la plaza mayor forma una serie de anchas terrazas que configuran un paisaje parecido al de un anfiteatro y que rematan en el fondo en un foso trapezoidal. Las casas del norte y el palacio de las tres portadas se asientan en terrazas que aparecen como jardines escalonados sobre la plaza mayor.En el centro la gran plaza se descompone en varias anchas terrazas que dan frente por el oeste a los imponentes paramentos ciclópeos de la plaza sagrada, los cuales se escalonan casi verticalmente sobre aquellas. Por el este dan frente a la parte más alta de urin, que contiene el palacio que ha sido llamado aqllawasi a partir del supuesto que habría alojado a un grupo de mujeres escogidas cuyo servicio al Inca incluía laboreo artesanal fino. Se trata en realidad de una segunda plaza, o quizá un jardín o un huerto, formada por un espacio plano de planta rectangular bien definido. En el sur la gran plaza comprende también otro espacio diferenciado a un nivel más bajo y en forma de trapecio. Está al pie del palacio real por el oeste y de un adoratorio y un mausoleo urin por el este, también muy elegante y asociado a una alegoría surrealista de un cóndor en actitud de descender sobre una cueva. Aquí acaba la plaza, que, como vemos, cruza, con sus varios tramos a desnivel, todo el eje norte-sur de Machu Picchu. Todo menos el extremo sur del adoratorio, donde se ubica el mausoleo real por el oeste y un grupo de casas por el este, ambos separados por terrazas bastante altas. Este frente sin plaza limita por el norte con la escalinata principal, la que, además, va acompañada desde el torreón por una cadena de fuentes unidas por canales labrados en la roca.
Wayna Picchu, la joven montaña
Gracias a los documentos que se han encontrado en los últimos años, sabemos que el sitio, en tiempos anteriores a la visita de Hiram Bingham, se llamaba simplemente Picchu, o "montaña". Tenía dos secciones: una sur, un macizo giboso llamado Machu ("mayor" o "viejo"), y otra norte, delgada y erguida, llamada Wayna ("menor" o "joven"). En verdad es en el centro de ambos cerros que se encuentra el santuario, sobre la cresta que les sirve de puente. El nombre Machu Picchu se debe a la referencia de los guías de Bingham a la sección hacia donde debían ascender para llegar a las ruinas. Cuando llegamos al extremo norte del santuario, detrás de la roca sagrada encontramos el sendero que conduce a Wayna Picchu. Luego de pasar una pequeña colina llamada Uña, el sendero se convierte en una larga y angosta escalinata que
rodea el cerro por el oeste. Sus escalones, en algunos tramos, están directamente tallados en la roca. Junto al sendero, que se adapta a las curvas del cerro, podemos apreciar pequeñas terrazas de cultivo que forman parte de los jardines que adornaban el santuario y su entorno. Otro sendero asciende a Wayna Picchu desde Mandorpampa, en el noreste. Es más empinado, más largo, y cruza terrazas y grutas que sirvieron para depositar a los muertos. En la cima, que tiene forma de cuchilla y una altura de 2 720 m, en medio de las rocas hay una piedra labrada que la imaginación popular ha denominado la "silla del Inca". También hay unos pocos recintos y terrazas. La vista es impresionante: todo el santuario se divisa como si se tratase de una maqueta, y en el entorno se aprecia el extenso horizonte que conforman los picos, los meandros del Urubamba y los desniveles de las quebradas.



El templo de la Luna
Si bien el paisaje y los pocos restos de edificios y terrazas situados en la cima del cerro son por sí mismos apreciables, no cabe duda de que el conjunto de cavernas de la ladera norte, que le da la espalda al santuario, es un monumento espectacular. Las cavernas están asentadas en los riscos de la cordillera, virtualmente sobre el río Urubamba, que corre a varios cientos de metros de profundidad en el cañón que rodea el cerro al cambiar su curso sur-norte en dirección contraria para formar una suerte de gran voluta. Muchas de las cavernas han sido embellecidas por el hombre y convertidas en recintos probablemente destinados a sepulturas. A las más notables se les conoce como el templo de la Luna. En realidad este nombre es arbitrario, al igual que los muchos nombres con los que se identifican otros sectores
de Machu Picchu. Y es que aquí ni siquiera tuvo que haber un templo, aun cuando las formas y la ubicación de las cavernas dan noticia de una función antes ceremonial que doméstica, administrativa o militar. Varias de las cavernas están interconectadas. Existe una muy grande en la ruta que sube desde Mandorpampa. Se trata de una caverna apostada debajo de una gran roca, de manera similar al mausoleo real o a la cripta del Cóndor. Tiene unos siete metros de ancho, 12 m de largo y 2,5 m de alto, y el suelo plano. Sobre esta hay otra de tamaño similar y ambas están asociadas a corredores, escalones y pasajes intermedios. Las cavernas han sido acondicionadas con mucho cuidado: sus paredes internas son de sillería fina y presentan lujosos detalles, como nichos de triple jamba y altares labrados en la roca. Aparte de los mausoleos real y del Cóndor, estos son los más destacados.En las excavaciones realizadas por el equipo de Bingham, en las laderas norte y este del cerro, se hallaron alrededor de cinco cuevas que presuntamente fueron ocupadas para guardar cadáveres momificados. Lamentablemente, las cuevas que están asociadas al templo de la Luna no contienen ya restos, que probablemente fueron saqueados. Las que quedaron son pobres en acabados y escondían sólo cerámica rota. Se trata más bien de grietas que de cuevas.



Cada vez que nos enfrentamos a un lugar cuya historia escrita no existe, es muy grande la tentación de imaginar cómo era y quiénes eran los que allí vivían en su época de esplendor. Concebimos gentes caminando por las calles y las plazas, sentados o haciendo ceremonias, usando su vajilla, vestidos con sus adornos… Ya no quedan testimonios vivos o escritos, pero todos sabemos que algo así pasaba en ese lugar. La arqueología y la etnohistoria ayudan a absolver esas y otras preguntas, pero desde luego tienen limitaciones. ¿Quiénes vivían en Machu Picchu y qué hacían? Si la hipótesis de que fue el mausoleo de Pachakutec Inca Yupanqui es válida, vale la pena saber cómo pudo ser ese lugar en tales condiciones.El mausoleo del Inca estaba rodeado de templos, altares
y otros espacios donde vivían la coya, jefe de la panaca ("familia") de Pachakutec, sus servidores y los amautas que mantenían el culto, lejos del circuito regular de los caminos, en medio de un bosque de orquídeas. Si Machu Picchu fue la "casa" del Inca, llamada Patallacta en las crónicas, debe de haber sido construida durante su largo mandato a comienzos del siglo XV, unos 100 años antes de la llegada de los españoles. Según dicen los relatos antiguos, esas residencias eran usadas por los propios incas para su solaz y descanso mientras vivían. Estaban dotadas de todos los recursos necesarios para operar sin depender del exterior, con sus propios campos de cultivo, ganado, talleres y demás.



La sociedad incaica
Quienes vivían en Machu Picchu debieron de ser allegados al Inca. La sociedad incaica tenía una estructura social rígida en sus relaciones étnicas y de función, de donde nacía el poder, mas no en las derivadas de la riqueza. La estructura de clases no respondía tanto a la posición de las personas dentro de una escala de poder económico, cuanto a la pertenencia de los individuos a linajes y comunidades específicos o a las funciones que debían cumplir dentro de dichos colectivos, que se jerarquizaban según el ámbito de sus dominios y el carácter de sus competencias. El poder se obtenía a partir de la pertenencia étnica y de la función. Los jefes étnicos eran los curaca, jerarquizados según la magnitud territorial y social de sus funciones jefaturales desde los curaca locales hasta los que tenían
mando sobre varias comunidades. Los incas tenían poder sobre muchos de estos curaca y estos sobre una cadena de otros jefes de niveles territoriales menores. De ese modo el Inca podía disponer de los tributos y del servicio de mucha gente, pero siempre a través de las varias escalas de intermediación que representaban los curaca. Cuando el Inca logró conquistar el Tawantinsuyu, su tránsito de rey a emperador fue el de un curaca que tenía poder sobre un ámbito que cubría las comunidades de la cuenca del Cusco, hacia uno que progresivamente fue incorporando bajo su mando el trabajo y la obediencia de muchos grupos étnicos que habitaban en otros territorios. Ser rey del Cusco significó, en su momento, que los curaca locales pasaran a la condición de sinchi gracias a su dominio guerrero sobre los valles del Cusco. La condición de Yupanqui ("el que suma o une") y de Sapan ("único") la adquirió Pachakutec Inca al dominar otros grupos étnicos fuera del Cusco. Y a los descendientes deste Inga Yupangue llamaron desde entonces hasta hoy Capac aillo Inga Yupanque Haguaynin que dice de linaje de reyes descendientes y nietos de Inga Yupangue y estos son los más sublimados y tenidos en más entre los del Cuzco que de otro linaje ninguno y estos son a quienes fue mandado traer las dos plumas en la cabeza. Ser del linaje de los incas concedía mucho prestigio y privilegios. Los del linaje de Pachakutec, por esta causa, eran distinguidos entre los demás. Los otros linajes cusqueños eran sus "pares", pero mantenían sólo las dignidades de su abolengo, sin adquirir otro privilegio que el del estatus.



Según Betanzos en el capítulo 32, el cuerpo momificado de Pachakutec estaba en un pueblo conocido como Patallacta, desde donde lo llevaban en andas a la ciudad del Cusco para ciertas fiestas importantes. En tales ocasiones era expuesto en la casa del Sol, o Qorikancha, junto a las momias de los demás incas, haciendo que participaran en ellas como si estuviesen con vida, fingiendo que hablaban con él. Una parte del rito incluía cánticos que repetían las hazañas que hizo en vida, tanto en las guerras como en su obra pública. Asimismo le cambiaban los vestidos y le servían comida y bebida del mismo modo que cuando estaba vivo.Si trasladamos esa referencia a Machu Picchu, podemos imaginar el cuerpo momificado del Inca depositado en la cripta que hay debajo del torreón, en el que hay una ventana preparada para sostener y amarrar el ídolo de oro que luego
se llevó Pizarro. Podemos también imaginar que esta momia y la del curaca Chanca Usco Willca (que al parecer siempre la acompañaba) iban y venían del Cusco en procesiones rituales dos o tres veces al año. Según Betanzos, el culto a los incas muertos fue establecido por Pachakutec. El cronista cuenta que cuando murió Viracocha, el padre de Pachacutec, a la edad de 80 años o más, en "su casa" en Xaquixahuana, encima de Calca,to al sol y luego a los bultos y luego entraban a do el Inga.El mismo cronista dice que para el servicio de los cuales bultos [momias] señaló y nombró cierta cantidad de yanaconas y mamaconas y dioles tierras para en que sembrasen e cogiesen para el servicio destos bultos y ansi mismos señaló muchos ganados para los sacrificios que ansi se les había de hacer y este servicio e tierras e ganado dio e repartió a cada bulto por sí e mandó que se tuviese gran cuidado dél continuamente a la noche e a la mañana de dar de comer e beber a estos bultos e sacrificarlos para lo cual mandó e señaló que tuviesen cada uno de estos un mayordomo de los tales sirvientes que ansi le señaló.



La población y la fuerza de trabajo
Quienes vivieron en Machu Picchu no eran, al parecer, habitantes locales, sino, por el contrario, personas que procedían de diferentes lugares. Además, según revelan los restos humanos encontrados en las sepulturas halladas en el sitio, había allí un alto porcentaje de mujeres. Desde luego, este hecho coincide con lo que cuentan los documentos del siglo XVI, en los que los descendientes de las tierras que habían sido de los reyes incas indicaban que en el valle del Urubamba -por ejemplo en tierras de Wayna Qhapaq- se habían establecido miles de mamacunas, es decir mujeres. Ellas se dedicaban a las tareas agrícolas y también, por cierto, a la manufactura (tejidos, cerámica u otras artesanías), sirviendo de este modo al sustento del Inca o, más bien, al de su "casa" y su panaca. En los documentos sobre Picchu dice con claridad que las tierras de esta región
estaban al servicio del culto de los muertos, a la memoria de Pachakutec Inca, que era su dueño. Estos documentos dicen, también, que las mujeres y los labradores de las haciendas imperiales eran mayoritariamente mitmaqcuna; es decir, forasteros.Todo lo mencionado en las crónicas parece estar corroborado por los hallazgos en los cementerios de Machu Picchu, donde -si seguimos a George F. Eaton, quien los estudió- se han encontrando 164 cadáveres, de los cuales 109 eran de mujeres y sólo 26 de hombres (el resto eran cinco niños menores y 24 de sexo no determinado). Sin duda pudo haber errores en esta especificación del sexo, debido a que el análisis fue forzado a hacerse principalmente en base a las cualidades (forma, robustez, tamaño) de los cráneos y especialmente debido a las condiciones de conservación de los restos óseos. Pero los datos de Eaton no contradicen sino que, por el contrario, ratifican lo que las fuentes documentales proponen, aunque el porcentaje de hombres pudiera ser mayor.Todo indica que la población no incluía guerreros. Un aspecto notable es que ninguno de los cadáveres presenta trepanación, rasgo típico de los entierros con hombres, presuntamente guerreros, como los que encontró Bingham en sus excavaciones en Urubamba y Pampaqawana. En ellas, la proporción de trepanaciones era muy alta. De acuerdo con lo que sabemos de Pachakutec, él debió de tener una trepanación a raíz de una herida que sufrió en la guerra con los chancas y que se apreciaba en su momia, según destacan quienes la vieron. El tipo de gentes enterradas en Machu Picchu muestra que más bien se trataba de mujeres y hombres del común, tal vez campesinos asociados al trabajo de las tierras agrícolas, al cuidado de los andenes y a otros servicios.





Varios de ellos eran forasteros, tal vez mitmaq. En la cueva 101 encontraron una botella típica de la costa norte -Chimú- junto con otras ofrendas. Eaton pensaba que había muchas mujeres procedentes de la costa y que las demás eran serranas, dado que las primeras eran braquicéfalas o mesocéfalas y las otras más bien de cráneos alargados o dolicocéfalos. Además, mientras que unos cráneos estaban "achatados", deformados a raíz del aplanamiento de la frente y el occipucio, otros tenían una deformación "aymara", es decir, las cabezas eran alargadas hacia atrás. Sin duda, ambos tipos de deformación responden a ideales de belleza diferentes, y la inferencia de Eaton y Bingham, de que pertenecían a pueblos diferentes, parece correcta, aunque las procedencias no hayan sido "costa" o "sierra" exactamente. De acuerdo con los datos de los documentos de la época, los
mitmaq de Wayna Qhapaq procedían mayoritariamente del norte, de los cañaris o los chachapoyas, lo que se liga a sus áreas de conquista. Podríamos esperar lo mismo de los de Pachakutec, entre los que confiaríamos encontrar un mayor número de migrantes de la costa norte y central, y tal vez de la sierra sur, por ser zonas que conquistó este Inca.Los ocupantes de los tres cementerios eran gente pobre, aparentemente mal nutridas y con deficiencias de salud. En varios casos advertimos carencias dentarias y huellas de enfermedades inflamatorias. En términos generales, las mujeres y los hombres de Machu Picchu eran de baja estatura, con huesos gráciles, que no alcanzan alturas superiores a 1,60 m, con una tendencia más bien menor. Hay mujeres jóvenes, de 20 o pocos años más, que han perdido la mayor parte de sus dientes, con fuertes abscesos alveolares y evidencia de infecciones dentarias muy notorias.Estas peculiaridades quizá se deban a un tipo de alimentación basada en el maíz, aun cuando en la mayor parte de las tumbas se encuentran huesos de llama como parte de la ofrenda mortuoria, así como de cuy y de paca (un roedor más grande, del bosque). Nosotros consideramos que más bien es índice de un estatus social con carencias, como el que podría conferirse a forasteros que fueron obligados al desarraigo, condición que es propia de los yanacuna y los mitmaqcuna. Estos eran conducidos a la zona de Machu Picchu, la cual, por sus características semiselváticas, requería que la gente de la sierra o la costa se adaptara a ella. Quizá por eso, eran gentes de la región ecuatorial las que escogía Wayna Qhapaq. La élite del Cusco debía tener otras calidades.


Otro detalle interesante es la presencia de inflamaciones óseas producidas al parecer por casos de tuberculosis o alguna otra enfermedad que afecta los huesos. En un caso se trata de un niño o niña de unos siete años, que presenta dos perforaciones en el cráneo y gran parte del interior del frontal y los parietales afectados por una necrosis muy avanzada. Una mujer, madura, que fue enterrada en una plataforma especial en la parte más alta del tercer cementerio -la tumba 26- tenía el rostro muy afectado, senil, por una fuerte necrosis en el maxilar, con varios dientes perdidos y fuertes abscesos alveolares, y además acentuadas alteraciones inflamatorias en las piernas. Las deformaciones de la tuberculosis ósea son uno de los rasgos que ayudó a determinar la existencia de casos de "joroba" y afecciones articulares visibles.
Es necesario señalar que las construcciones incaicas se caracterizaron por adaptar sus formas a las condiciones del terreno sobre el cual se asentaron. Reservaron los suelos planos naturales para los campos de cultivo, y trasladaron los usos de vivienda u otro tipo de construcción a los terrenos en laderas. Así, la mayor parte de sus obras de uso no agrícola fueron hechas en terrenos rocosos, irregulares o en pendientes no cultivables. Es más, cuando faltaban terrenos planos -como es propio en la mayor parte del territorio cordillerano- los habilitaban en forma de terrazas, y produjeron artificialmente campos eficientes para el cultivo y para la vivienda. Machu Picchu no es, pues, un caso excepcional. Por eso, tanto este sitio como la mayor parte de los asentamientos incaicos están construidos sobre terrazas y aparecen escalonados, con sus senderos y redes de comunicación convertidos en escalinatas.



Construcción de caminos y puentes
Machu Picchu no está en la ruta que comunica el Cusco con las zonas con las que esta ciudad estaba conectada por una generosa red de caminos que presidía la ruta principal o Qhapaq Ñan. Esta comenzaba en el Cusco y recorría el Tawantinsuyu hasta Quito, por el norte, y Mendoza (Argentina) y Santiago de Chile, por el sur. El camino a Machu Picchu estaba en la ruta de Vilcabamba, al norte del Cusco, en el inicio de los bosques amazónicos. Pero no era una ruta al paso; allí concluía un camino que se iniciaba, por un lado, en Cusichaca, y se dirigía a las alturas del paraje de Runkuraqay, o que podía empezar en Chachabamba o Choquesuysuy, cerca del río Urubamba, y tenía como destino el santuario. Por la primera ruta, luego de cruzar un túnel, se dirigía hacia el norte, pasando por Sayaq Marka y Phuyu Pata Marka, mientras que por la segunda se dirigía hacia
Wiñaywayna, todos ellos poblados acondicionados como "estaciones" con zonas de abastecimiento agrícola (andenerías y depósitos) e instalaciones de carácter ceremonial. El principal atributo de estos poblados era poseer altares y baños muy bien elaborados y unas pocas casas dispuestas a modo de tambos para hospedaje, como los de Phuyu Pata Marka y Sayaq Marka, con una serie de fuentes unipersonales, al servicio de algún rito de purificación. Wiñay Wayna es una estación mayor, con una gran área de depósitos y andenerías para cultivo. Del punto de confluencia de caminos se llega a Intipata, que parece haber sido una estación de abastecimiento agrícola, con una gran cantidad de andenes y algunos depósitos, y uno o dos ambientes de hospedaje o vivienda. De Intipata se asciende a la cumbre del cerro de Machu Picchu, desde donde se puede apreciar el santuario, ubicado en una suerte de espolón de la montaña, que termina en Wayna Picchu. El camino es enlosado, con un ancho que varía entre uno y dos metros; en algunos trayectos planos hay trechos afirmados, sin losas. En las cuestas adquiere la forma de escalinatas, con escalones de unos 20 a 30 cm de altura y de ancho variable. Al costado del camino hay sectores con cunetas o drenes para desagüe; asimismo, puentes para cruzar riachuelos o desniveles mayores. Es famoso el puente de troncos que une dos tramos de un camino construido sobre un farallón vertical.


En el Perú la agricultura implica la necesidad de combinar estrategias que proceden de diversas fuentes de conocimiento. Una de ellas es la astronomía que, con la calendarización, permite el manejo adecuado de los ciclos agrícolas; otra, es la habilitación de tierras planas para el cultivo, y la última es la tecnología de preparación de los productos agrícolas para su conservación y uso diferido, que va unida a la construcción de instalaciones de almacenaje.



Producción de tierras y régimen de aguas
Una de las características importantes de Machu Picchu y de otros asentamientos asociados es la producción de tierras mediante la habilitación de terrazas, andenes, o patapata, con la finalidad de salvar los desniveles y pendientes propios de la zona. Estas terrazas eran construidas a partir del levantamiento de muros de contención sólidos, cuyo ancho y altura varían de acuerdo a las características del terreno, y, según las curvas de nivel, un largo por igual variado. Las terrazas eran alimentadas por la lluvia, pero también eran irrigadas mediante canales de distribución de agua procedente de puquios o manantiales. Cada cierto grupo de andenes estaba conectado con una red de canales. No hay tierras de otra naturaleza en este lugar.Por otra parte, se labraba la tierra con instrumentos simples,
como las azadas o los palos cavadores. Entre ellos destaca uno más complejo, la chakitaqlla, o azada de pie, que incorpora el peso total del cuerpo humano a la penetración del azadón en la tierra. Hay una variedad de instrumentos -generalmente de madera- que sirven para remover tierra o romper terrones.


Conservas, reservas e importaciones
Un aspecto destacable en Machu Picchu es el emplazamiento, en varias zonas del santuario y en su entorno, de depósitos para guardar granos, frutos y tubérculos. Era parte de la política alimentaria del Estado incaico, que tenía este tipo de servicios en cada uno de sus asentamientos urbanos. Era, a su vez, parte de la estrategia general de subsistencia de la población, a través de la cual mantenían, aun en los caseríos más aislados o en las aldeas, un espacio de almacenaje donde guardaban sus alimentos, telas y otros productos de consumo esporádico. Es presumible que, como parte de esta política, guardaran productos deshidratados, tanto de carne, en forma de charki, como de papas y similares, en forma de chuño. Estas conservas no pueden prepararse en Machu Picchu, pero sí en
las proximidades de Runcuraqay y Phuyu Pata Marka -en torno a los 4 000 m de altitud- o Sayaq Marka, a 3 500 m, sitios que están en la ruta al santuario, a pocas horas de camino.


Hay una serie de objetos manufacturados que, al igual que las actividades agrícolas, bien pudieron ser hechos en Machu Picchu o haber sido llevados allí desde el Cusco u otras localidades. Los objetos son los mismos que usaban los incas en otras ciudades de su tiempo, especialmente en el Cusco. No se han encontrado las piezas de oro que con seguridad existían, ni las joyas y otros bienes de lujo que acompañaban siempre a los personajes de la nobleza cusqueña. En las excavaciones arqueológicas realizadas en Machu Picchu se han hallado fundamentalmente objetos de uso doméstico y algunos adornos ordinarios en las tumbas, que obviamente eran de campesinos externos al santuario. Este grupo de objetos incluye cerámica, piezas de cobre, bronce y algunas de plata, restos de telas rústicas, así como piezas aisladas de hueso, madera y asta de poco valor artístico o técnico. Ya se ha dicho en otro punto que el sitio fue saqueado y quemado.

La alfarería
A lo largo del imperio de los incas, la producción de cerámica era una actividad generalizada a nivel local. Por eso se pueden hallar gran diversidad de técnicas y estilos alfareros que coexistieron durante esta época. Siguiendo las tradiciones locales, la mayoría de piezas se fabricaban en lugares que los documentos del siglo XVI identifican como "ollerías". Cada provincia o región poseía dos o más ollerías, en lugares próximos a fuentes de arcilla. Tendían a especializarse en productos específicos de la vajilla, de tal modo que unos producían ollas o cántaros, y otros botellas, vasos, platos u otras piezas delicadas. Con frecuencia, los arqueólogos distinguen las ollerías, porque sus estilos o técnicas de manufactura son diferentes. Normalmente hay un tipo de vajilla fina dominante que caracteriza a una época o a una región (Nasca, Chimú, etcétera).
Esa costumbre fue siempre así en el Perú antiguo, y continúa en los lugares donde se mantiene la tradición artesanal alfarera. Pero, en tiempo de los incas, había además una producción estatal, de vajilla fina, de rasgos formalmente uniformes, que se difundía en todo el ámbito de su influencia y que sirve a los arqueólogos como indicador de la presencia de los incas en cada lugar. Tiene un sello estilístico propio, inconfundible, que fue imitado localmente en casi todo el Tawantinsuyu.Aunque la producción propia del Estado -que se realizaba en los talleres del Cusco y en los de cada una de las ciudades del Imperio- tenía un cierto hermetismo formal que se distingue especialmente en el llamado "estilo Cusco Policromo", de distribución generalizada, y los estilos Qoripata, Urcusuyo y Huatanay, de distribución más restringida.Machu Picchu es un sitio donde toda la alfarería es del estilo Inca estatal, aunque le acompañen algunas piezas que sin duda fueron llevadas allí desde otros pueblos, como una botella Chimú -que quizá se asocia a un inmigrante de la costa norte- y otras piezas que parecen proceder de la costa central (tal vez de Pachacámac) y de la región del Collao.



La industria textil
No se practicaba el arte del corte y la confección, por lo que no había sastres o costureras. Las telas se usaban en su forma original de lienzos y, al combinar dobleces o coserlas, eran adaptadas a la función de capas, camisas o túnicas, igual que como ocurría entre los griegos, romanos y otros pueblos de la antigüedad. Los hombres se vestían con la llamada wara, similar a un calzón, y unas camisetas denominadas unku, que les cubría desde los hombros hasta las rodillas. Llevaban además un tocado diferenciado según el grupo étnico al que pertenecían o según la actividad que cumplían. Un manto largo y a veces una esclavina completaban el atuendo.Asimismo usaban una serie de adornos complementarios en el rostro, el cuello, los brazos y las piernas, en forma de
aretes u orejeras, narigueras, pintura facial o en otras partes del cuerpo, collares, brazaletes o pulseras, anillos y ajorcas. Estaba generalizado el uso de sandalias hechas de cuero (uzuta), de lana o de fibra vegetal. Según los cronistas, era también típico que los hombres llevasen unas bolsas (chuspa) y los cusqueños casi siempre una banda ancha que les sujetaba los cabellos, llamada llauto, a modo de vincha.El vestido de las mujeres consistía en dos mantas, una -anaku- que le cubría todo el cuerpo, desde los hombros hasta las pantorrillas, con alfileres (tupu o tpiki) que sujetaban esta túnica sobre los hombros y una ancha banda apretada sobre la cintura (chumpi), y una manta menor -llamada lliklla- que les cubría los hombros a modo de capa y que sujetaban con un tupu. Sobre la cabeza llevaban otra lliklla doblada y una serie de adornos complementarios, según su rango social y edad.El Inca y la coya tenían vestidos similares, pero muy finos. Él se distinguía por su tocado, en el cual además del llauto, o banda ancha y gruesa de delicado tejido de lana, estaba la mascaipacha, que era una pieza de fina tela roja, prendida en el centro del llauto. La mascaipacha caía en forma de una borla sobre la frente del Inca, entre sus cejas, y en su extremo todos los hilos estaban cortados a la misma altura. El Inca llevaba además el suntupaucar, que era un bastón o cetro largo cubierto con plumas de colores y que tenía en un extremo una porra o un hacha de metal.


La metalurgia y la orfebrería
Es de notar que las piezas de bronce son aleaciones de cobre con estaño y que, al parecer, se procesaban allí mismo, dado que se han hallado restos de estaño como tal. Estos objetos incluyen instrumentos como hachas, cuchillos (tumi), cinceles, punzones, agujas, barras y también utensilios como pinzas, espejos y, finalmente, restos de orejeras, alfileres, brazaletes, anillos, pendientes y lentejuelas. Los instrumentos hablan de hombres, aunque no necesariamente de guerreros, en tanto que los alfileres seguramente estaban ligados a mujeres. Discos de unos siete centímetros de diámetro han sido identificados como "espejos", pero no hay evidencia clara de ello. Existe un cuchillo de forma muy peculiar, alargado, de un tipo común entre los incaicos.


Objetos litúrgicos y otros
Aparte de los materiales mencionados, hay pequeños objetos que pueden ser considerados como presentes litúrgicos. Se trata especialmente de pequeños objetos de piedra verde, tallados en diversas formas, desde discos y triángulos hasta siluetas de animales, pasando por diseños complejos y abstractos, como paletas, trapezoides y otros. Hay también objetos de piedra o cerámica de forma cúbica, cilíndrica o cónica, similares a piezas de juego. Son frecuentes los discos de arcilla. Finalmente, hay pocas piezas de hueso que pudieron ser parte de adornos corporales, como pendientes, y piezas de piedra en forma de mortero o vasijas. Se han encontrado instrumentos de piedra tallada y pulida.

MachuPichu

martes, 30 de septiembre de 2008

SARKOZY LLAMA A LA UNION ANTE LA CRITICA SITUACION FINANCIERA EN EUROPA

Asesor del gobierno galo advirtió que Francia está "casi en recesión":
El Presidente francés busca que los países del Viejo Continente se preparen antes de una gran reunión internacional.
Los momentos difíciles claramente no se viven sólo en EE.UU. La crisis está pegando cada vez más fuerte a Europa.Si el fin de semana fue el turno de que el gobierno británico salvara al banco Bradford & Bingley, y los gobiernos de Holanda, Bélgica y Luxemburgo hicieran lo propio con el gigante financiero Fortis, ayer le correspondió al Presidente francés, Nicolás Sarkozy, llamar la atención sobre la necesidad de unir a los gobiernos ante la complicada situación financiera que afecta al viejo continente.A su llamado de la semana pasada a crear un "nuevo sistema financiero mundial", el Mandatario galo sumó una convocatoria a los países europeos del G 8 (Francia, Alemania, Reino Unido e Italia) para que se reúnan en París junto al presidente de la Comisión Europea, el titular del BCE además del presidente del Eurogrupo.El objetivo del encuentro sería "preparar en las mejores condiciones" la cumbre internacional que pretende organizar Sarkozy hacia fin de año, y para que Europa "hable con una sola voz", ante las complicaciones de los mercados financieros. Incluso, según trascendió, un asesor del Ejecutivo habría reconocido que Francia está "casi en recesión", tras la caída del PIB de 0,3% en junio, lo que dejaría con un limitado margen de maniobra al gobierno galo.Junto al mencionado banco inglés y a Fortis, ayer se sumaron otras entidades a los problemas financieros. Durante la tarde del lunes, el gobierno belga informó que se encontraba trabajando en un plan de rescate para el banco Dexia para así evitar un nuevo colapso bancario.>> Más liquidezAyer, la Reserva Federal de EE.UU. duplicó sus acuerdos de liquidez con el BCE -de US$ 120 mil millones a US$ 240 mil millones-, mientras que aumentó en US$ 330 mil millones sus líneas de crédito con otros bancos extranjeros para permitirles hacer más préstamos en dólares.Por su parte el BCE inyectó otros US$ 173 mil millones al sistema de la zona euro, mientras que el Banco de Inglaterra agregó US$ 73.530 millones al mercado británico.-------------------------CONVOCATORIAEl mandatario galo llamó al G 8 a reunirse en París junto a las máximas autoridades de la Unión Europea.